La foto difundida el sábado le permitió a Cambiemos transmitir una renovada imagen de unidad y, a la vez, disimular las falencias de conducción dentro de un espacio que parece estar, constantemente, al borde de la explosión. Este fin de semana no fue la excepción: los macristas tucumanos lograron evitar, a último momento, un nuevo papelón.
Apurados por el anuncio del gobernador, Juan Manzur, de que el oficialismo impulsará la eliminación de los partidos municipales y comunales, José Cano, Germán Alfaro y Pablo Walter apostaron a sentar la posición del espacio. Así, organizaron un almuerzo el viernes, en el hotel Garden Park. En esa comida, que contó casi con los mismos protagonistas de la foto del sábado, comenzaron a aflorar las diferencias por el tenor del texto a publicitar. Cano presentó un escrito con algunas propuestas sobre lo que debería ser la reforma política, pero se topó con una curiosa alianza en ciernes: la de Domingo Amaya y Silvia Elías de Pérez. La senadora fue la primera en advertirle que los legisladores ligados a Cambiemos ya habían presentado proyectos sobre los cambios electorales y que, en realidad, la manera correcta de actuar era dialogar previamente el contenido del documento para acordar una posición. El ahora funcionario del Ministerio del Interior ratificó esa posición, a la que se plegaron varios de los presentes: los intendentes Roberto Sánchez (Concepción) y Mariano Campero (Yerba Buena), el diputado Facundo Garretón y el presidente de la UCR, Julio Herrera. El concepcionense, incluso, le habría enrostrado a Cano que no participó del espacio que había convocado el distrito local del radicalismo para discutir sobre la reforma política.
El documento que no trascendió, viralizado por WhatsApp entre los miembros de Cambiemos, era mucho más preciso que el dado a conocer, en el que el macrismo no sienta ninguna posición concreta ni explica por qué rechaza la eliminación de los partidos vecinales. Respecto de los acoples, ese escrito que quedó traspapelado proponía reglamentar el sistema de colectoras, “restringiendo al máximo la cantidad de acoples por partidos”. En otro tramo, además, planteaba modificar el Código Electoral con la incorporación “expresa de tipos legales y sanciones a la actividad clientelar y prebendaria”, y sugería transformar la Junta Electoral administrativa en un Juzgado Electoral, regular el financiamiento político y las campañas electorales. Nada de eso, finalmente, salió a luz y Cano debió conformarse con un pronunciamiento más “lavado”.
Entre la tarde y la noche del viernes hubo cruces de llamados entre legisladores de Cambiemos, indignados porque habían pretendido imponerles una postura de la que nunca habían sido consultados e incluso, sorprendidos porque tampoco los habían convocado a la reunión del sábado. Acordaron, entonces, rechazar la difusión de ese documento. Así, al mitin que se inmortalizó con la foto acudieron mayoritariamente los presidentes de partidos (casi todos empleados de Alfaro, como ironizó Cano ante los presentes).
La primera conclusión a la que se puede arribar es que al ex titular del Plan Belgrano ya se le animan y que su sola presencia no garantiza la “unidad” del macrismo. La segunda, que tanto Cano como Alfaro, a priori los dos referentes de mayor peso en la estructura, carecen de una herramienta fundamental: legisladores. Que Cambiemos cuente en sus filas con 14 bancas no significa que ellos las conduzcan. Al contrario, tienen más peso específico en el recinto Amaya y Elías de Pérez, ya que ambos cuentan con dos legisladores “puros” cada uno: los peronistas Christian Rodríguez y Silvio Bellomío y los radicales José Canelada y Adela Estofán. En cambio, Cano puede contabilizar uno (Eudoro Aráoz) y Alfaro igual (Alfredo Toscano). De ahí la importancia que tiene para el intendente la reciente cercanía con el ex bussista Claudio Viña. El resto de los representantes de Cambiemos son almas sueltas en el Legislatura o gozan de mayor diálogo con el vicegobernador Osvaldo Jaldo que con Cano o Alfaro.
La reforma política pone a Cambiemos frente al desafío de unificar criterios electorales cuando los objetivos personales de cada uno de sus miembros son diferentes y, en consecuencia, requieren de estrategias también diferentes. No es casual que Alfaro haya creado un partido para sumarse con voz y voto a la mesa de Cambiemos, ni que Amaya pretenda hacer lo mismo con el Partido Federal que sus dirigentes inscribieron ante el Juzgado Electoral Nacional de Tucumán. La división entre quienes bancaron a los legisladores y quienes no dejó expuesta la fragilidad de la alianza local. Al final, como para no dejar dudas de qué lado está, Amaya cerró el fin de semana recorriendo un barrio de la capital sin Alfaro y con los legisladores Bellomío y Rodríguez. En cambio el intendente, en la noche del sábado, se mostró junto a su esposa en el cumpleaños de Walter.
Enfrente, el oficialismo tucumano se aprovecha de ese desorden en Cambiemos. Ya propuso la supresión de los partidos municipales y comunales, con lo cual descongestionará los cuartos oscuros sin pegarse un tiro en el pie. Al contrario, esta reforma puede fortalecerlo porque evita la dispersión de varios puñados de votos en las ciudades y en los pueblos, y los concentraría en los acoples más fuertes de cada sección. Lo curioso es que de la discusión sobre esa modificación normativa no participó el senador José Alperovich, al que Juan Manzur y Jaldo ni siquiera consultaron. A su entorno, no obstante, el ex gobernador le transmitió tranquilidad: les dijo que le parecía correcta la eliminación de las agrupaciones vecinales. A partir de ahora, la Casa de Gobierno analiza cómo limitar los acoples pero, fundamentalmente, a cuánto achicar la posibilidad de adhesiones. El piso, para evitar roces internos, lo dará el número de caciques territoriales por sección electoral.